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Tiempo y puentes

Por Néstor Ramírez Vega

Hace unas semanas asistí a una función titulada El Gato, el Tiempo y la Otredad, del Taller de Quimeras dirigido por Diana Rayón. Para la realización se basaron en los textos del argentino Julio Cortázar, conocido en el mundo de la literatura por sus obras tales como Bestiario y su mítica Rayuela.

El “esto ya lo toqué mañana” se repitió en tres ocasiones diferentes, tal como le hubiera gustado al maestro que jugaba con los números y su significado. En esta entrada no platicaré acerca de su significado, pues aún me falta mucho para entender lo que significan los números, pero sí hablaré acerca de tres cosas que me parecieron fundamentales: el tiempo, los puentes y la interdisciplinariedad.

En esta época en la que todo fluye a gran velocidad y las cosas establecen grandes y fuertes relaciones entre sí hablar de interdisciplinariedad es algo natural y de eso se ha servido el Taller de Quimeras. Las puestas en escena no sólo se centran en las características del teatro, sino de danza, música e incluso literatura, al abordar pasajes de los autores a los que hacen referencia sus obras (Borges o Cortázar).

¿Para qué hablar de interdisciplinariedad (palabra de extensión que pareciera trabalenguas)? Porque todo está entrelazado y para ello veamos el caso de la literatura y el cine. Aunque uno permite la imaginación y el otro te da un producto ya elaborado, su estructura se asemeja e incluso su forma de escribirse. Sí, escribirse, porque el cine también se escribe. Las focalizaciones, los encuadres, las tramas, las pausas, todo tiene su símil en la literatura porque un espacio en blanco no es solo un espacio en blanco, sino tiene su porqué de ser. En el caso de Taller de Quimeras, aunque no es algo del todo nuevo, sí es un gran esfuerzo por darle una fuerza adicional a sus proyectos, misma que hace falta en el mundo artístico.

Los puentes o un puente. Un puente es un signo que en la actualidad tiene una variedad de significados: un puente peatonal o automovilístico, un puente vacacional o un puente “entre la vida y la muerte”. Puede estar construido de diferentes materiales: cemento, mármol (aunque será muy caro), madera, etc. En la obra está hecho por dos bancos y una tabla de tamaño largo. Su fin es pasar de un sitio a otro sin tener qué arriesgarse a un peligro (río, flujo vehicular, lava hirviendo en los videojuegos, etc.). Caminar a nuestro destino aunque también si se mueve un banco se mueve el rumbo, así como nuestro destino. Uno usa los puentes ya hechos, ¿pero por qué no crear uno su propio puente aunque sea de madera y sogas pues el fin es cruzar evitando el peligro? ¿O por qué no atravesar el peligro pasando por él?

Tiempo, tan cuadrado y tan libertino. Cuadrado al usar los números ya que 60 minutos siempre serán 60 minutos, aunque se pueden aprovechar de diferente manera. Algunos los usan para trabajar; otros para bailar y correr; algunos más para soñar-comer-volar y estar. No todo está separado, todo forma parte de una unidad si es que así lo deseamos. Hay estilo de vida para los que el mañana ya es muy tarde y otras para las que el hoy aún es muy temprano.

La cuadratura no es masculina y la redondez femenina. No es cuestión de números ni de sueños. Es cuestión de ser y de querer ser, o quizá de no querer ser. El introvertido y el extrovertido conviviendo para llegar a un equilibrio, o quizá para cazar uno al otro y entonces para eso nos sirve un puente, para saltar nuestros peligros y llegar a un punto diferente, aunque puede que por el tiempo que pasamos cerca de ese peligro que nos acechaba nos hayamos acostumbrado y queramos dar vuelta atrás, crucemos nuevamente el puente, pero esta vez para regresar a donde estábamos.

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